MARCO TEÓRICO
El
dominio de la lectoescritura como instrumento de conocimiento es reconocido
tanto social como individualmente hasta el punto que llega a afirmarse que se
trata de una conducta que forma parte de la psicología del hombre adulto y
constituye uno de sus puntos esenciales (Dehant, 1976) ; según el autor es
también un signo de civilización. Desde el punto de vista individual supone una
adquisición clave para realizar otros aprendizajes, fundamentalmente da la
posibilidad de permitir una comunicación incluso intemporal, para recibir
opiniones, asimilar culturas, examinar la ciencia, etc.
Para
definir qué es la lectoescritura hay que subrayar en principio que es un acto
mucho más complejo de lo que cotidianamente se cree. Autores como Lintz
consideran que leer comprende al menos tres tipos de procesos:
- Descifrar
palabras escritas para expresarlas oralmente.
- Comprender
el lenguaje del autor.
- Captar
el significado del mensaje del autor.
Leer, pues, no es sólo un acto perceptivo, es ante todo descubrir el sentido de un mensaje, es una práctica social como dice Bellenguer y es también un acto crítico
Todo
ello puede ser más que una definición sobre qué es la lectura, una enumeración
de sus objetivos. En cualquier caso la lectoescritura es un sistema de signos
que remiten directamente a una significación (Ferreiro y Teberosky 1979). O
como dice Auzias (1978): “una forma de expresión del lenguaje que supone una
comunicación simbólica con la ayuda de signos aislables por el hombre, signos
que varían según las civilizaciones”.
ASPECTOS PSICOPEDAGÓGICOS
Según
Teberosky y Ferreiro (1978), el aprendizaje de la lectoescritura venía
interpretándose como una progresión que consiste en comenzar por las vocales,
seguidas de combinaciones de consonantes y vocales y luego de palabras, lo cual
reproduce adquisiciones de la lengua oral. Es preciso subrayar las dificultades
que presenta el lenguaje escrito frente al oral:
a) En
la comunicación verbal el niño se encuentra frente a su interlocutor, quien
refuerza con gestos, actitudes, modulaciones, etc., el sentido de sus palabras.
En el escrito se encuentra ante los signos convencionales sin más.
b) En
el lenguaje oral se produce un sistema de ensayos y errores particulares entre
el que expresa y el que comprende o recibe. En el escrito cada signo debe ser
perfecto en su forma, lo que exige un correcto dominio del gesto, de los
movimientos musculares. Además resulta muy dificultoso pronunciar mal y asociar
los sonidos del lenguaje escrito con los correspondientes del lenguaje oral.
c) La
estructuración de la frase obedece, por otro lado, a reglas que pueden
olvidarse u omitirse (así ocurre a veces en el lenguaje oral) pero ello no
impide la comprensión de lo expresado. Esta dificultad de estructuración
constituye en el escrito una seria desventaja respecto al lenguaje oral.
d) Otra
dificultad esencial está en que los primeros lenguajes del niño (actitudes,
gestos, mímica) tienen un aspecto figurativo que no tiene el lenguaje
alfabético. La dificultad comienza cuando pasamos a un código de signos
abstractos, lo que hace necesario un cierto nivel de desarrollo de la función
simbólica. Esto es, no obstante, común al lenguaje oral.
Ante
la complejidad se hizo hincapié en que este proceso debía presentarse al niño
para ser adquirido cuando poseyera un «cierto nivel de madurez», nivel que se
relacionaba fundamentalmente con aspectos perceptivos. Así, por ejemplo,
Germani (1962) entendía por madurez lectora ciertos niveles que estableció en
relación con los siguientes factores:
- Lenguaje
oral
- Discriminación
auditivo-visual
- Esquema
corporal
- Coordinación
viso-motora
- Madurez
mental
- Madurez social y emocional.
Por su parte, Filho (1960) incluía una abundante serie de factores (que forman en general los items de su test de madurez lectora ABC):
- Coordinación
auditivo-motora
- Coordinación
visual-motora
- Memoria
visual y auditiva
- Vocabulario
- Comprensión
general
- Pronunciación
correcta
- Resistencia
a la fatiga
- Capacidad
de atención.
En esta línea remitimos a ciertos análisis muy exhaustivos, como el que hacen Dehant y Gille (1976) o Downing y Thackray (1974) sobre estos aspectos. Así pues, los defensores de la corriente “perceptivista” (opto personalmente por denominarla de este modo) aseveran que cuando un niño no aprende a leer es por algún problema o varios de los siguientes:
b) Tiene
problemas de percepción auditiva que le impiden discriminar entre los distintos
sonidos lingüísticos.
c) Tiene
problemas de integración audiovisual que no le permiten asociar sonidos y
representación gráfica.
d) Tienen
problemas de tipo espacial-global, o de estructuración temporal.
Junto a estos factores perceptivos se apuntan:
- Desarrollo
intelectual pensamiento simbólico.
- Desarrollo
afectivo motivación y facilitación social.
- Capacidad
de atención.
Y
además para la escritura:
- Desarrollo
de la motricidad manual fina.
A continuación se muestra un vídeo que nos explica sobre la relevancia de la adquisición de las habilidades de la lectura y escritura.
Link para ver el vídeo
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